No quiero escribirte porque me avergüenza tu recuerdo. Te quiero y me castigo por ello. Yo te inventé… y no puedo deshacerme de tu espectro. Así, pluma en mano desafío a mi corazón, que ocupado busca consuelo en estas palabras. Mi corazón que hoy ama al paso, dejando el galope paso a paso en el pasado.
Encontré la paz de un sentimiento sincero, nacido de la mejor de las intenciones…, pero sentada entre cojines de plumas blancas pienso en correr y tirarme a un suelo frío y duro… un futuro que creí escrito y que aún dudo si se quemó en la hoguera de destinos errantes. No es cobardía sino cordura lo que me hace seguir sentada entre las plumas blancas que mencioné, refiriéndome con ellas al amor que de ti recibo. Tú que lejos de ser idea, te puedo besar, sentir el calor de tus manos que de memoria conocen mi textura… tú que me esperas. Tú y yo, el dos. Sé que soy capaz de amarte. A través del espejo la realidad adquiere colores sin grises y melodías que nunca por mi fueron pensadas.
… y quizá también me inventaste, y quizá siempre me conociste, en tus sueños…