Att. A quién corresponda:
He estado mucho tiempo, demasiado tiempo, encerrado. Voluntariamente encerrado. Mentalmente. Físicamente. Personalmente. Sentía que te lo debía. Así, el sol arañaba mis párpados cada vez más cansados según iba saliendo, casi siempre con prisa. Transcurría alrededor de una hora enredado entre mis sábanas contemplándolo como si de algún modo le desafiara. Era precioso pero nunca bienvenido. Mi estudio, el cual parecía encogerse ante mí con el tiempo, me daba fríamente los buenos días. Y esto os juro que es cierto aunque tal vez se trataran de notas que me dejaba a mí mismo antes de dormir y no recordara el haberlo hecho.
El proyecto tuvo tres fases.
En todas llevaba a intervalos una camiseta y calzoncillos largos.
En las tres fumé y bebí.
Recuerdo que era invierno todavía cuando murieron entre mis dedos todos aquellos lápices apurados hasta que me destrozaban las manos. Los papeles ensuciados con mi palabrería cubrían un suelo que ya ni mis pies podían sentir. Cada noche me acostaba con uno de mis personajes. Les amaba a todos hasta que me hablaban a través de una letra que ni yo mismo comprendía cuando estaba sobrio. Y así entre hojas blancas me sumergí en el siguiente nivel sin concluir nada del primero.
Tardé apenas dos días en dejar de reconocerme con tanta pintura adherida a mi piel. Allá donde hubo papeles y notas ahora hojas aún más grandes las ocultaban llenas todas de manchas que intentaban transformarse en algo. Sentía que tenía que sacar de mi mente toda la fábula generada y mi ansiedad por librarme de ella recreó a una especie de falso Pollock que pretendía conseguir algo a través de la gravedad y el arbitrio. Una mañana amanecí con sangre reseca en la sien. La pintura y el whiskey me habían tendido una trampa. Pensé que me estaba acercando a ti cuando en realidad esa luz no era más que mi deprimente cuerpo desmayándose hasta topar con el canto de la mesa. Aquí fue donde decidí componer.
El silencio que había protagonizado junto con mis pensamientos todo el proyecto se rompió. Un piano, una guitarra y una harmónica serían las tres últimas víctimas de mi ignorancia. Esta vez las hojas ralladas a cinco fueron las que generaron la tercera y última capa de basura entre aquellas cuatro paredes que ahora me hablaban, me gritaban. Las notas que salían de cada instrumento rebotaban en ellas para volverme a mí más loco aún e impidiendo así que escuchase lo que debiera ser tu voz.
Fue en una de estas noches en las que conocí aquello que me llevaría realmente hacia ti. Tanto escondite para que la solución llamase finalmente a la puerta. Cuando digo su nombre solo me vienen imágenes de su rostro cambiando constantemente mientras satisfacía la curiosidad que le generaba mi persona. Le molestaba el ruido que hacía al golpear insensiblemente el piano y decidió detenerme. Puro accidente. Ahora entiendo aquello que dicen de que de repente te apareces. También me vienen imágenes de su espalda desnuda cuando el sol se abría paso por la habitación para dejarme verla. Ahí fue cuando hicimos las paces. La luz y yo, me refiero. Ella fue lo único que hice bien. Quererla, me refiero. Lo único que amé en todo un proceso dedicado a descubrirte y desarrollarte.
Quiero disculparme por ser un ignorante. Mi vida no debía regirse por “amor al arte”, sino exclusivamente por el “arte de amar”. Que sería de mí sin ti, sin mi inspiración…
Fdo: El Artista
x