Cae la tarde, y como todos los domingos Lola ya está en su piso. Pasea arrastrando ligeramente los pies por un pasillo largo que separa al salón del resto de estancias. Pantalón de pijama rojo, chaqueta de lana larga, se acomoda en un sillón. Silencio por fuera, pensamientos que intenta ordenar por dentro. Se acerca la cita con el bolígrafo y el cuaderno que tiene a su lado. Pablo dijo que así tenía que ser, ceremoniosamente, todas las semanas.
El bolígrafo queda detenido sobre el último punto suspensivo haciéndole más grande que el resto. Sabe que Pablo preguntará por esa reflexión que la impedía seguir y durante un instante se distrae del desahogo. Se acaricia las manos, corrige su recogido improvisado e inconscientemente se pasa ambas manos por la cara como si fueran las manos de otro, recreándose en la caricia.
Otro parón, esta vez seguido de una sonrisa pícara. Pablo se reirá de este desvarío y querrá que me tome en serio este trastorno, -piensa mientras echa un vistazo rápido a su escrito. Qué listo… -concluye mentalmente mientras sin dejar de sonreír cierra el cuaderno y camina lentamente hacia su cama. No se oye nada. Su cuerpo, más ligero, no lo arrastra…
*Disculpad la demora. Las prisas, el nuevo año, la conexión con nuevas rutinas… Os dejo esta canción, el deleite de la compensación.
MI MOT 