El presente en sí podría medirse en momentos reducidos, momentos simultáneos que configuran juntos el hoy de todos. Podría decirse que de los millones de momentitos que surgen ahora, solo un pequeño 1%, por ejemplo, sobrevive a través de nuestros recuerdos. Si los sumamos claro. En caso contrario, hablaríamos del 1% que yo recuerdo y que nadie ha vivido a través de mis ojos. El 1% del mundo… El 1% del 1%… la nada.
Una pequeña nada de momentitos visuales es la que persiste a través de aquello que tienen en común las noticias, la historia, los libros, el cine… la fotografía.
Los instantes afortunados que cuentan hoy aquellos días lo hacen gracias a la mirada oportuna de alguien que pasa de ser individual, a universal. Magia. Profesional o no, nadie es capaz de hacer la misma fotografía, así como nadie puede ver lo mismo que alguien.
Y en la fotografía hay biografías. Y luego está Garry Winogrand (GW).
Al igual que a Van Gogh, sus trabajos le sobrevivieron. A diferencia del mismo, a GW le supervivieron. Y es que él no viviría para ver muchas de sus fotografías reveladas haciendo de esta contemplación una intrusión a sus recuerdos. Con 54 años dejó tras de sí un sinfín de momentos atrapados en carretes carentes de voluntad.
Y más allá del trabajo exquisito que hiciera de su Norteamérica contemporánea, sus robados urbanos son el documento de una época que indirectamente hace de nosotros algo atemporal y aespacial.
Sólo por eso ya merecen la pena estas palabras.
GARRY WINOGRAND
Hasta el 3 de Mayo de 2015