He aquí la historia de una perspectiva positiva sobre un concepto imparcialmente enfocado.
Cuando asimilamos conceptos desde la única perspectiva por la que nos llegan, parece que no pudieran tener otra. Es decir, por más que seamos optimistas o pesimistas, hay cosas que simplemente son positivas o negativas.
Sin embargo, últimamente me he detenido en estos conceptos porque creo firmemente que absolutamente todo tiene más de una versión. Entre ellos, el más reciente se trata de la siguiente sentencia: si dices las cosas en alto, no hay vuelta atrás. Una lección que absorbí cuando estaba en edad de aprender cosas, probablemente más relacionadas con divisiones de resto distinto de cero. Que ganas de interiorizar las mías… En fin, la teoría venía a decir que si existe algo que solo sabes tú, tienes el poder de gestionar la información, pero que si decides compartirlo dejas de tener el control sobre ello.
Sea como fuere, desde ese instante pasé a interpretar que cuando digo algo en alto lo materializo haciéndolo real, dándole tal vez una importancia que no tiene. Del mismo modo que si sólo lo pienso, queda entre mi misma y mi pensamiento, un mundo paralelo al de todos, parecido pero diferente.
Ocurre a veces que ambos mundos se rozan, cuando por ejemplo, alguien me hace una pregunta cuya respuesta solo la he desarrollado en mi mente en uno de esos momentos en los que estamos a solas, con o sin gente. Siempre me pillan desprevenida porque si aún no lo he dicho en alto es porque no he decidido que tenga que ser así… real. Una decisión bastante importante para improvisarla ¿no? Por tanto, acabo recurriendo a un sencillo “no sé…” y me lo guardo para reflexionar sobre ello, más adelante.
Entonces, y ya volviendo a las perspectivas, resulta que hace unos días me hicieron una pregunta a la que vengo contestando “no se” desde hace bastante tiempo.
“¿Qué es lo que quieres?”
Tan pronto como dije que “no estaba segura” la reacción, inesperada para mi, fue de enérgica decepción iniciando así lo que sería un sermón (que no llegó a terminarse) sobre el gran problema que supone que los jóvenes de hoy no sepamos lo que queremos. Viéndole las orejas al lobo, me vi a mi misma ponerle palabras a una serie de pensamientos dormidos, mudos, sin vida. Me sentí poderosa, sin dudar, sin pensar que a lo mejor me estaba pasando con los detalles. Menuda chapa, pobre inocente, paciente de mi descubrimiento.
Y resulta que sí, que por ejemplo, se lo que quiero. Que ya lo sabía. Que hablando determino mis realidades, y ¿quién va a controlar si no eres tu, algo que solo te concierne a ti?
EV. ALL WHAT I WANT
Here is a story of a positive perspective on an impartially focused concept.
When we assimilate concepts from the only perspective they come from, it seems like they couldn’t have another one. I mean, even if we are optimistic or pessimistic, there are things that are simply positive or negative.
However, lately I was thinking about those concepts because I believe that absolutely everything has more than one version. Among them, the most recent one is the following sentence: if you say something aloud, there’s no way back. I absorbed this lesson when I was in learning age, probably more related to divisions of remainder different than cero. As I’m saying, this theory comes to explain “if there is something that only you know about, you have the power of administrating that info, but if you decide to share it, you lose the control on it.
Anyway, since that moment I understood that when I say something aloud I materialize it making it real, maybe giving it an importance that it doesn’t have. In the same way, if I just think about it, it stays between me and my thoughts, a parallel world from the rest of the people, similar but different.
Sometimes, both worlds touch, when for example, someone asks me a question which answer I have developed in my mind only, in one of those moments when we are alone, with or without people. They always catch me unready because, if I haven’t said it aloud yet is because I haven’t decided that it had to be like that… I mean, real. A pretty important decision to improvise, isn’t it? That’s why I tend to respond with a simple “I don’t know…” and I keep it to think about it, later.
Then, back to perspectives, a few days ago someone made a question to which I’ve answered “I don’t know” for a long time. What is it that you want?
As soon as I said that «I wasn’t sure» , the reaction, unexpected by me, was of strong disappointment thus initiating what would be a sermon (which didn’t come to an end) about the big problem that us young people today don’t know what we want. Displaying the ears to the wolf, I was myself putting words on a series of asleep thoughts, silent, lifeless. I felt powerful, without hesitation, without thinking that maybe I was crossing the line with the details .He was a poor innocent, patient of my discovery.
And so it is, that for example, I know what I want. I knew it already. That talking I determine my realities, and who is going to control if it isn’t you, something that only concerns you?
MI MOT 