Inexperiencia para dos

Hace ya muchos años, no importa cuántos exactamente, me regalaron una caja verde que ni yo, ni ella,  sabíamos que se convertiría en el elemento más importante de mi vida. Hace menos años que esos, pero muchos aproximadamente, tomé una decisión que acertada o no, mi yo de entonces volvería a tomar del mismo modo. Mi nombre, mi sangre, mis deseos, reflexiones, recuerdos… sufrieron un terrible accidente. Se agrietaron de arriba abajo impidiendo que una mañana más fuese la misma. Me aconsejaron que fuese con mucho cuidado porque otro accidente así podría hacerme desaparecer, desintegrarme en la nada haciendo de mí un espectro del pasado que tan solo unos pocos echaría en falta. Y entonces una noche, mientras decidía que hacer para seguir relacionándome con los minutos, me vi reflejada en el espejo y detrás de mí, aquella cajita. La cogí entre mis manos y la acerqué al espejo. Así estuve un rato, observando el reflejo desnudo de mi piel, casi transparente. Cuando terminé de acariciarme con lentas miradas, tal vez a modo de despedida, metí todo aquel reflejo dentro de la caja y la cerré…

No recuerdo apenas lo que ocurrió al día siguiente. Ni al siguiente tampoco… Ni al siguiente. Ni sé qué día es hoy. Solo sé que tendré que esperar aquí, entre estas paredes verdes, hasta que aparezcas.

Lo que no existe

“Soy una cuentista al fin y al cabo”, pienso mientras desdoblo otra de las miles de cartas que encontré el otro día en el cajón. Llevo una hora proyectando recuerdos escondidos a través de unas palabras que no parecen mías, de una letra lejana. Hay hasta detalles que requieren un esfuerzo para reconocerme en ellos. Sin quererlo he iniciado un viaje en el tiempo donde vivía una vida que no es esta, donde mi yo era todavía otro. “Y ya no existe nada” es algo que me digo rápido y muy muy bajito, quizá para digerirlo más despacio. Lo único que queda de ellos, de aquella casa, de las rutinas estacionales, son este batiburrillo de cartas desordenadas que le enviaba a mi padre… Recuerdo que las escribía por la noche para tener frescos detalles de ese día concreto y él pudiese sentirse allí a través de mis palabras.

Y yo que nunca he escrito más que cartas, que nunca he contado historias más que las mías, podría publicar estos relatos con la única intención de que otros puedan conocerles ahora que si no es así, sería imposible de otro modo. “Conocerles, amarles… y extrañarles”, concluyo mientras repaso la última de mis líneas de aquella triste carta que conformaría el tercer acto.

Una llama alta anuncia una intención inevitable para ir haciéndose poco a poco menos intensa. Las hojas que ya crepitan lento se deshacen en cenizas. Y siento cierto alivio. El pasado no puede ser más que una historia que nos contamos en silencio, versiones de recuerdos que bailan al compás de las ilusiones… en su ausencia.

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Double Agent Pinterest

Wild

El placer que le exige a los días a veces resulta tan agotador que ya no sabe quién empezó primero. Quizá fue ella en un intento fortuito por eludir sensaciones pesadas, quizá fue él quien vino para demostrarle que aunque un poco escondido, existía. Sea como fuere rehuirle ahora es muy difícil porque las dosis de éxtasis están en todas las elecciones que hace al día, empezando por la de no levantarse cuando suena el despertador y terminando cuando por ejemplo, anoche, hicieron el amor ya dormidos, o soñando que así era porque al despertar la almohada seguía oliendo a él… Incluso al revés, porque esa mañana también se recreó entre las agujas del reloj. Y sonreía por ambas.

Ella es capaz de no pensar en nada como si los pensamientos se los llevara el viento, literalmente hablando. No quiere pensar de dónde viene y aunque lo intente, no sabe nada de allá donde va. Solo queda el aire que la recorre predispuesto, un oxígeno paleto, espontaneo, libre de influencias. Su mente, repleta de puntos de luz se queda tranquilamente en blanco, libre de preocupaciones. Y el tren se mueve, y no para. Y le gusta viajar, y que no se llegue a ninguna parte. Prorrogar la inevitable finitud de los trayectos, redefiniéndolos sobre la marcha.

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