Hace ya muchos años, no importa cuántos exactamente, me regalaron una caja verde que ni yo, ni ella, sabíamos que se convertiría en el elemento más importante de mi vida. Hace menos años que esos, pero muchos aproximadamente, tomé una decisión que acertada o no, mi yo de entonces volvería a tomar del mismo modo. Mi nombre, mi sangre, mis deseos, reflexiones, recuerdos… sufrieron un terrible accidente. Se agrietaron de arriba abajo impidiendo que una mañana más fuese la misma. Me aconsejaron que fuese con mucho cuidado porque otro accidente así podría hacerme desaparecer, desintegrarme en la nada haciendo de mí un espectro del pasado que tan solo unos pocos echaría en falta. Y entonces una noche, mientras decidía que hacer para seguir relacionándome con los minutos, me vi reflejada en el espejo y detrás de mí, aquella cajita. La cogí entre mis manos y la acerqué al espejo. Así estuve un rato, observando el reflejo desnudo de mi piel, casi transparente. Cuando terminé de acariciarme con lentas miradas, tal vez a modo de despedida, metí todo aquel reflejo dentro de la caja y la cerré…
No recuerdo apenas lo que ocurrió al día siguiente. Ni al siguiente tampoco… Ni al siguiente. Ni sé qué día es hoy. Solo sé que tendré que esperar aquí, entre estas paredes verdes, hasta que aparezcas.