La niña de fuego

Lo cierto es que no me siento muy bien cuando lo recuerdo. Fue todo un desahogo pero es que… ni siquiera recuerdo su nombre. ¿Qué clase de persona no sabe cómo se llama otra con quien lleva hablando horas? Es verdad que ya ha pasado un tiempo pero todas las ráfagas de ese día me llevan a mí mismo hablando sin parar, contándole sin piedad toda mi mierda. Como si no pudiese ser de otra manera. Ahí en un banco, ella de perfil, mi voz le entraba por su oído más próximo reteniéndolas asintiendo, dándome la mano sin interrupciones… ¡Dios…! ¿Cómo se llama? – ¿Ella le dijo algo? – No… me escuchaba. Y de verdad.

Fue pura casualidad. Mi hermana venía a visitarme por su cumpleaños y hasta última hora no me había acordado de regalarle nada. Suena a tópico, pero porque siempre es cierto, es tópico. Con el desayuno a medias salí disparado al jardín y aparte de darme un buen susto casi la derribo. Apareció de la nada con unas flores en la mano derecha que acababa de coger. Eran perfectas. Recuerdo que las olió con los ojos cerrados y después me las tendió. Yo las cogí curioso y también cerré los ojos para olerlas. Eran una delicia. E increíble, de verás, cuando los volví a abrir, no estaba. – ¿Ella le dijo algo? – No… solo olió las flores de mi hermana.

Puedo aseguraros que solo compartimos veinte minutos de existencia. Tuve un día horrible. Como la mayoría de mis días, para que engañarnos. Sin embargo, aquel día quiso terminar de una manera más bonita que el resto de ellos y mis pies me llevaron hasta la playa, despacio pero muy decididos. Estaba allí sentada de espaldas. Debió presentirme porque se giró ávida y me miró fijamente. Con tal intensidad que fui incapaz de recordar porque estaba allí. Hizo un amago para que me sentase a su lado, sin dejar de mirarme. El Sol en plena despedida nos cegó con su luz y me robó deslealmente su atención. Ella dejó de mirarme para apoyar su cabeza en mi hombro. Y ambos estuvimos allí hasta que el Sol desapareció por completo. Y en serio, sin más, se levantó diciéndome adiós con esa misma mirada abrumadora. – ¿Ella le dijo algo? – No… ya les digo que solo me miró.

Probablemente aquel beso fue lo más tórrido que recuerdo de aquel verano, de aquel año… ¿Sonaría muy triste decir que de toda mi vida? Pues que triste soy… Que puedo contarles… Solo nos besamos. La música que sonaba estaba muy alta para hacer otra cosa. Embriagaba. Era tarde y ya todos bailábamos dejándonos simplemente llevar por el momento. Nos abrazamos en ese mismo baile pero fueron nuestros labios quienes relevaron a los pies para el resto de la noche. El tiempo pareció detenerse. Sabía a Sal, a ginebra… a verano. Y nos besamos hasta que dejamos de hacerlo. Fin de la historia. Lo siento. – ¿Ella le dijo algo? – No… no era el momento supongo.

Imagino que no me sorprende. Me temo que no puedo ayudarles demasiado a través de lo que yo viví, pero puedo llegar a entender que algo ocurriría. Yo padezco de insomnio, ¿sabe? Me cuesta dormir más de una hora o dos del tirón. Y como todas las noches, aquella me levanté del mismo modo. A beber agua y a pasear y así, a verla llorar. Era exagerado. Apenas podía respirar entre tantos sollozos. Intenté hablar con ella pero fue imposible. Así que la abracé muy fuerte. Ni idea tengo del tiempo que estuvimos así. Lloraba tan intenso que sentía como su corazón se deshacía entre mis brazos. Creo que me dormí antes que ella porque no recuerdo que ella dejara de llorar. Y después… Simplemente la tumbé en el sofá. Y sí, me quedé un rato observándola… respiraba tranquilamente, agotada por la pena. Me desperté en esa misma posición. Ya no estaba allí… Lo siento mucho. Sinceramente, hasta hoy que ustedes me aseguran que existió… pensé que la había soñado. Y sé lo que están buscando, pero no, no me dijo nada.

Suena y alto y fuerte

ed6540b953217e82f67d14996a38bfc8

Juguemos

Somos hijos de un momento

inoportuno y que sin ser lento

es azaroso en espacio y tiempo.

Un hoy que fue para todos

el mismo. Sin sentido aparente

de frente y de pie seguimos.

Y las elecciones se interponen

entre deseos, sentimientos…

Cuestan más de lo que valen.

Olvidaremos aquellos recuerdos

grises y arañados. Y nacerán

unos más bonitos por ser frescos,

que morirán de igual manera

entre los minutos del pasado

junto con los de cualquiera.

La vida que de vacíos repleta

en la duda no perdona ni para

ni mira ni asiente ni acierta.

Y queda aprender del conflicto

que no estamos solos por únicos

porque miramos y somos vistos.

Es lo incierto del amor y su latido.

El albedrío. Quién debiera decidir

entre misterios y tomar partido.

Nuestras cartas están en la mesa.

Todos los que hoy hemos nacido.

Relajaros que la partida es larga…

…y no cesa.

da59f3c56d86757c5161f01de5e54615